La historia en breve
Ciro Gómez Leyva
Se requiere una fuerte dosis de bajeza para afirmar, como lo hizo el senador del PRD Graco Ramírez, que el asesinato de Rodolfo Torre es una muestra de la descomposición del PRI, y que es lo mismo que el de Luis Donaldo Colosio, hace 16 años.
¿Qué quiere decir eso? ¿Qué con 30 puntos de ventaja en las encuestas los priistas se están matando entre sí? ¿Con base en qué Graco hace una afirmación tan irresponsable? Suena absurdo, por lo demás.
Lo único que, por lo pronto, parecería tener una cierta lógica es que los pleitos políticos no pasaron por el ajusticiamiento del candidato del PRI al gobierno de Tamaulipas. Bastaría hacer una revisión básica de las últimas semanas y meses para tener una idea de cómo están las cosas en esa entidad: copada, tomada por los criminales.
Dependiendo de la filiación, se puede echar culpas al gobierno del presidente Calderón o al del gobernador Eugenio Hernández. El de Los Pinos, porque ha fracasado palmariamente en su intento de arrebatarle a las bandas de sicarios el territorio que robaron hace mucho. El de Ciudad Victoria, porque ha sido un cero a la izquierda en esta lucha. Como sea, se trata de un fracaso compartido.
El de ayer tiene los visos de ser un crimen contra la política, el grito victorioso de un grupo ensoberbecido que le dice a los políticos (y seguramente también a otra banda de narcos y extorsionadores): la plaza es nuestra, cabrones.
Por eso la posibilidad de posponer las elecciones del domingo era una puerta falsa: nadie va a restaurar pronto en Tamaulipas las condiciones de normalidad democrática. Si a los criminales así les conviene, mañana matarán a otro candidato. O a quien necesiten.
La plaza es de ellos, Presidente, gobernador. Ahí siguen.
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