Federico Berrueto
La mitomanía sobre el futbol excede a lo razonable y esto es posible porque 63% de los encuestados dice creer en los milagros. Todo puede suceder: después del encuentro del viernes, 79% piensa que la selección pasará a la siguiente ronda y 30% considera que puede ganar el Mundial. Apoyar a la selección es cuestión de sentimiento patriótico, pobre del que lo ponga en duda en estas etapas iniciales, pero más que ello, es cuestión de fe. No importa que en unas semanas las trampas de esa fe desencadenen el torrente del desencanto.
La misma mitomanía ha llevado a pensar a dirigentes partidistas, candidatos y asesores, que con el arribo del Mundial las campañas electorales han llegado a término, que como quedaron las preferencias, así habrán de expresarse en las doce elecciones de gobernador. Ni para los fanáticos vale lo señalado, mucho menos para la mayoría de la población ciertamente marginal en su afición al futbol. Los partidos del seleccionado nacional son aislados y no muy tarde la afición dura y blanda, obligada y penosamente habrá de mudar de favorito. Por cierto, GCE ya tiene un indicador de afición dura: en medio de la fiebre futbolera, 23.5% de las personas dice que el futbol es muy importante en sus vidas.
La sana convivencia familiar con cerveza, tequila, compadres y uno que otro gorrón no se hace esperar. No importa que sea de mañana y día hábil. 73% de los encuestados confesó haber visto el partido en casa, 18% en el trabajo. Eso sí, 12% pidió permiso para faltar y 34% invocó la sacrosanta legislación laboral, su jurisprudencia y a la CNDH para dedicar una hora y cuarenta y cinco minutos al deber patriótico de apoyar a la selección.
Los senadores del PAN sufren y se acongojan. Hasta los cronistas televisivos confiesan que les sudaron no sólo las manos, como lo dijera El Perro Bermúdez. Es la televisión la que nos traduce lo que nuestros ojos perciben. Comentaristas hablantines, obvios y trivialmente ocurrentes obstruyen y sesgan el juicio. 49% de los encuestados dice haber visto el partido por Televisa, 30% por Tv Azteca y 14% por otra, cualquiera que pudiera ser. ¿Quién hizo mejor su trabajo? ¿El equipo, Javier Aguirre o los comentaristas? La generosidad se confirma: el equipo 43%, los comentaristas 23% y el entrenador 17%. Sin duda, en México es mejor ser rollero y obrero que director, público que actor, alumno que maestro.
La mitomanía requiere de santos. En el imaginario de la afición, Giovani le hace honor al apellido, le disputa Rafa Márquez. Culpa de la exigencia de los cronistas el que Guille Franco sea sentenciado como el peor. El mejor jugador del seleccionado fue el poste ese que impidió que en el último minuto se concretara la fatídica diferencia. El mejor en la cancha fue el árbitro, que no vio o apreció como tal la falta en el área chica mexicana.
Las calificaciones del público encuestado son: Rafael Márquez 8.9; Cuauhtémoc Blanco 7.7; Gerardo Torrado 7.9; Giovani dos Santos, 8.8; Guillermo Franco 7.3; Javier Aguirre 8.2 y la selección 7.8. Menos mal que Francia y Uruguay empataron. Ya habrá ocasión de conocerse la opinión después del próximo juego del nacional.
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