Cuando celebramos la primera reunión del grupo Cultura Ciudadana en Movimiento nos hicimos la pregunta obligada: ¿Por qué estamos aquí?. Porque ya estábamos hartos de estar rumiando nuestra impotencia ciudadana contribuyendo con nuestra pasividad a este malestar en la cultura de la que hablaba Sigmund Freud al diagnosticar la enfermedad social producto de la represión de las pulsiones creativas en nombre de una siniestra Razón de Estado.
Ante la precaria representatividad de los partidos y la clase política, nos veíamos en la necesidad de crear nuestro propio espacio expresivo, la válvula de escape a esa tensión provocada por la clausura o el achicamiento de los foros institucionales y mediáticos, para sentar las bases de un movimiento de opinión ciudadana que por sí mismo generara su propia dinámica liberadora, catártica, como sucede en toda sociedad abierta.
El lamentable estancamiento de la transición democrática en México, vinculado a la mediocridad de la clase política en su conjunto, tenía en BCS uno de sus extremos. La alternancia en el poder estatal no había implicado la renovación en las formas de hacer política.
Por el contrario, se recrudecieron, corregidas y aumentadas, las más antidemocráticas prácticas del “antiguo régimen” a través de una falsa pluralidad emanada del proteico tronco común del PRI, y su amplio repertorio de máscaras: de la tricolor del nacionalismo revolucionario y del neoliberalismo modernizador, al antifaz blanquiazul y amarillo, para no hablar de las comparsas menores.
Los excedentes petroleros y el traslado de un 9 por ciento del PIB nacional a las partidas estatales, permitieron la reactivación de la obra pública, que en las democracias menos bárbaras que la nuestra es una política de Estado; pero se olvidaron de la práctica y promoción de los principios esencialmente democráticos que inciden determinantemente en el desarrollo social, humano, ciudadano. Se dejó a un lado el objetivo prioritario de un Estado Democrático de Derecho(valga la redundancia) como lo es la construcción de ciudadanía. La otra cara de la moneda de las políticas clientelares que degradan al ser humano a la condición de servidumbre.
La democracia no consiste tanto en pavimentar calles, como en pavimentar el camino del futuro. Fue Porfirio Muñoz Ledo, en ese momento dirigente nacional del PRD y uno de los más connotados y conspicuos intelectuales de la izquierda mexicana, quien introdujo en el ambiente político sudcaliforniano un término, un concepto que pronto se puso de moda a pesar de ser a todas luces ajeno a las voces que lo invocaban: Proyecto.
Fue entonces que proliferaron los “proyectos”. Hasta el perro del vecino podía tener un “proyecto” si era ladrador.. Y así ha transcurrido una década con Sudcalifornia convertida en un vertedero de falsos “proyectos”. Porque un verdadero proyecto significa un ejercicio intelectual de la política. Una representación mental, ideológica, conceptual, del entorno social, cultural, político, que se pretende transformar democráticamente.
A través de la historia, las más terrorífica dictaduras se han distinguido por su monumental obra material, a la medida de la megalomanía de sus sátrapas. Hitler, en Alemania; Stalin en el URSS; Ceausescu, en Rumanía; Pinochet, en Chile. Quien, por cierto, sentó las bases de la política económica de Estado que ahora nadie discute en el país andino mas que en algunos matices.
A cambio, sometieron a sus países a una brutal represión, conculcando derechos humanos como la libertad de expresión aplastada por la propaganda oficial. No fue tanto el hambre como la necesidad de recuperar los derechos civiles lo que detonó la llamada Revolución de Terciopelo de 1989, estimulada por las Perestroika y la Glasnot (Reestructuración y Transparencia) impulsados desde el Kremlin por Miajil Gorbachov.
O en otras palabras: la necesidad de adoptar el “peor de todos los sistemas políticos con excepción de todos los demás”, como dijera el borrachín Churchill de cara al vegetariano Hitler.
El poeta Octavio Paz, estigmatizado por la cerril izquierda mexicana por su pregón democrático y la introducción del ahora manoseado término de “pluralidad”( desde la revista Plural, auspiciada por el Excélsior de Scherer), fue más explícito:” Mientras exista la posibilidad de que dos o más personas puedan confrontar ideas con toda libertad, existirá la chispa de la democracia”.
Evocaba Paz el fundacional Àgora ateniense, la plaza pública, donde los ciudadanos ejercían su derecho a la toma de la palabra que construyó la República del Siglo de Perícles(V A:C)
Esta es la piedra angular de todo verdadero proyecto democrático: la comprometida expresión ciudadana, el movimiento de opinión donde se forjan los auténticos liderazgos políticos.
Y es aquí donde ha fallado la clase política. La que algunos comentaristas han llamado “la generación del fracaso, genéticamente negada para la altura de miras, para la grandeza”.
En nuestro medio, la oposición-sin escuelas de formación de cuadros, de capacitación política- no ha pasado del discurso contestatario soslayando el meollo del asunto democrático, quizás porque esa práctica represiva es parte de su herencia negativa. Con su bajo perfil político han sido cómplices, y en algunos casos beneficiarios, de la involución política de los últimos 10 años.
Los gobiernos de la “Revolución Democrática”( palabras mayores) han atentado contra los valores democráticos sin contrapesos. Como sus congéneres priistas alquilaron el mismo diario que los había satanizado y cambiaron radicalmente la línea editorial a su favor, como lo demuestra la cotidiana foto del gobernador en primera plana. Convirtieron el Centro Estatal de Radio y Televisión, en otro instrumento de propaganda oficial. Entregaron los espacios educativos y culturales- en otras circunstancias caldo de cultivo de la recreación intelectual de la sociedad- - como pago de cuotas políticas, aplicando medidas de exclusión para la disidencia y un nepotismo sin precedentes en el estado.
El espejo más lacerante de esta involución, es la UABCS, nuestra universidad pública, degradada en botín político.
Con este mar de fondo, el debate del próximo miércoles a las 8 de la noche en la Galería Carlos Olachea, entre los dirigentes estatales del PAN, PRD y PRI, no podría ser más oportuno. Lo esperamos.
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