Reforma 10/02/2011
Jorge G. Castañeda
Comentábamos que seguramente el PRI volvería a perder en Baja California Sur y así sucedió. Con esta derrota, van cinco, y si Hidalgo la calificamos como revés revertido in extremis gracias a las viejas mañas de siempre, son seis fracasos. Con el ingenio y la audacia que la caracterizan, Beatriz Paredes quiso sacarse un argumento propio del surrealismo mágico para justificarse: "no es derrota donde no se gobernaba". O sea, que si el PRI pierde en 2012, no habrá sido derrotado ya que llevaba 12 años sin gobernar. O si los republicanos pierden en 2012 frente a Obama, no podrá hablarse de un fracaso, porque igual ya no estaban la Casa Blanca. No tiene sentido insistir en la importancia de esta tendencia, y en subrayar la incertidumbre evidente que encierra: es muy posible que cada derrota del PRI tenga su propia explicación casuística, y que perder todas estas elecciones no necesariamente constituye una tendencia, pero vale la pena recordarlo. Quizás nos estamos topando con un verdadero estigma priista en partes muy diversas del país, que induce a la gente a no querer votar por el "partidazo" de antaño.
Todo esto se confirmará -o no- en el estado de México, aunque los comicios en Nayarit casi seguramente arrojarán el mismo resultado que en las seis votaciones ya mencionadas: y Guadalupe Acosta Naranjo muy posiblemente será el candidato de la alianza PAN-PRD que, al igual que el Tigre Toño en 2000, vencerá al aspirante priista. Pero la joya de la corona es el estado de México, y si el PRI conserva la casa de gobierno de Toluca, podrá fácilmente pasar a pérdidas sus demás fracasos, ya que esa victoria lo encaminaría directamente a Los Pinos. Y aunque en el país de la irracionalidad todo es posible, lo lógico sería que los rivales del PRI para 2012 encuentren de alguna manera cómo ganarle en uno de los últimos bastiones que le quedan. El problema es que para ello es indispensable, en el país de las formas, que todo el mundo pueda salvar la cara. Y con personajes como AMLO esto no es sencillo.
Pero a algunos malvados se les ha ocurrido una formula; ahí va. La ostensible y estridente campaña electoral que realizan día tras día AMLO con Alejandro Encinas en el estado de México sería, en esta hipótesis, una abierta e inesquivable provocación a las autoridades electorales. Es obvio que están violando todas las normas habidas y por haber de no hacer campaña fuera de los tiempos previstos por la ley, parece evidente que lo están haciendo para "reventar" la elección, dicen los malvados, y buscar la inhabilitación de Encinas como candidato para luego poder denunciar el proceso electoral mexiquense: espurios, robo de la mafia y demás epítetos pejianos. Hecho esto, levantan sus tiliches y se van López Obrador, Encinas, el PT y, tal vez, Convergencia, y no participan en los comicios porque no se prestarían a semejante farsa. Así salvan la cara y despejan el camino al PRD para formar una alianza con el PAN y tratar de derrotar al PRI, lo que conviene a todos ellos, AMLO incluido.
A su vez, el PAN podría contemplar dicha alianza, cuyo principio abstracto le ha redituado tanto, sin correr el doble riesgo que representan AMLO y Encinas compitiendo: por un lado arrebatarle puntos a la candidatura aliancista, condenándola al fracaso en una elección reñida; y por otro no tener que lidiar con la posibilidad de que el candidato de la alianza fuera Encinas. Más aún, el PAN podría entonces proponer a alguien de entre sus filas, para que por una vez, pero no cualquier vez, la alianza beneficie directamente a Acción Nacional, salvando la cara. La candidata -natural y evidente, a pesar de su reticencia- es Josefina Vázquez Mota, que también podría salvar su cara al explicar su cambio de parecer por la presión irresistible que hubiese ejercido -y ojalá la ejerza ya- Felipe Calderón. ¿Un sueño guajiro? Sin duda, pero en el estado de México hay un amplio sector que no es tan distinto de los guajiros isleños.
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