Por José Luis Vázquez Ceja
Después del sainete electorero del pasado 6 de febrero, todavía nuestros centros históricos, bardas, avenidas, calles y postes continúan tapizados de propaganda de las campañas políticas. Como parte del paisaje urbano, seguimos mirando las consignas y las promesas políticas ribeteadas de colores partidistas enmarcando las caras sonrientes de los candidatos a cargos de elección popular que fueran propuestos por las alianzas o coaliciones hechas por los desprestigiados partidos políticos.
En esta vorágine propagandística, todos los partidos políticos, candidatas y candidatos, sin excepción alguna, no sólo violaron leyes y reglamentos que prohíben la colocación de propaganda política en los centros históricos y en las zonas de monumentos históricos sino que las autoridades electorales y municipales fueron incapaces de inhibir o retirar tales excesos propagandísticos.
Excepto en los centros históricos de San José del Cabo y Loreto, desde la zona de monumentos históricos de Santa Rosalía hasta los centros históricos de la ciudad de La Paz, El Triunfo, San Antonio y Todos Santos, todos fueron invadidos de propaganda política, incluidos los pueblos donde se encuentran nuestras entrañables misiones jesuíticas como San Javier Viggé Biaundó, San José de Comondú, San Ignacio Kadakaamán, Santa Rosalía de Mulegé, incluida, la solitaria y emblemática misión de San Luis Gonzaga Chiriyaqui.
Obviamente, en esta flagrante violación a más de 37 artículos de leyes, reglamentos, decretos y lineamientos federales, estatales y municipales, como la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, y su Reglamento respectivo; la Ley General de Bienes Nacionales, el Reglamento de Imagen Urbana del Municipio de La Paz, los Lineamientos Mínimos para la Colocación de Anuncios…en Monumentos Históricos, inmuebles colindantes con éstos y Zonas de Monumentos Históricos, entre otras; también se ignoraron las normas mínimas de convivencia por cuadrillas o comandos contratados exprofeso para provocar el absurdo ruido a través de pavorosas bocinas colocadas en esquinas, parques, plazas, y sobre todo en el ir y venir constante de escandalosos carros y camionetas con bocinas y altavoces exaltando las glorias y promesas de los candidatos y candidatas. Los cuerpos policiacos municipales más que aplicar los Bandos de Policía y Buen Gobierno sirvieron de escoltas, con sirena abierta, a las marchas o “gallos” de los candidatos y candidatas. La Ley de Salud y los responsables de aplicarla, también brillaron por su ausencia. La Salud Pública No Cuenta.
A la contienda de violaciones por partidos y candidatos, también se sumaron los promotores de la propaganda SI NO VOTAS NO CUENTAS, ignorando, como es obvio, que en nuestro país el voto no sólo es una prerrogativa sino una obligación ciudadana. Votar o no votar en ningún momento inhibe o elimina el derecho de cualquier ciudadano a participar, opinar y cuestionar, incluso a juzgar, condenar y castigar a quienes cumplen cargos o encargos públicos. Estos son los componentes de una real democracia participativa y no sólo cuestión de conseguir votos. Seguramente, después de este sainete electorero, quizá este gran porcentaje (43 %, o sea 178 mil ciudadanos) que no votó sea el que más vaya a participar en un verdadero cambio de la vida política, económica, social y cultural de nuestro Estado.
Después de este rosario de violaciones legales y administrativas por partidos, candidatos y candidatas sonrientes; después de traiciones partidistas y saltos desfachatados de candidatos de partido en partido; después que los partidos políticos han dejado de ser entidades de interés público para convertirse en entidades de intereses particulares, y después de una supuesta elección limpia e inmaculada como la Magdalena, parafraseando al poeta Mario Benedetti ¿Qué nos queda por hacer a los sudcalifornianos en este estado de desmemoria cívica, degradación política y ausencia de credibilidad en nuestras instituciones?
Bueno, además de la contaminación visual, auditiva y ambiental de las toneladas de basura plástica, pagada, por supuesto, con nuestros recursos. Dos cosas nos quedan a los sudcalifornianos: una, seguir con la parsimonia de la desastrosa política de nuestros gobernantes, como ¿Seguir vendiendo playas y tierra, y ocupar uno de los primeros lugares en despojos? ¿Seguir con la crónica dependencia económica de la federación? ¿Seguir ocupando el último lugar en transparencia y rendición de cuentas? ¿Seguir siendo el hazme reír del mundo universitario nacional de ser el único estado con una universidad bicéfala? Perdón, recién decapitada por el Congreso del Estado en una sesión “fast track” ¿El respeto a la autonomía de la UABCS y la opinión de los universitarios? No contaron en la primitiva mente del entrometido diputado Silvestre, sí señor, Silvestre de la Toba. ¿Seguir sobre explotando los mantos acuíferos y matando manglares? ¿Seguir manteniendo ese aparato burocrático obeso que sobre pasa los limites presupuestales anuales del Estado? Los cuestionamientos abundan del desastre institucional y social heredado por nuestros gobernantes. El otro camino que nos queda a los Sudcalifornianos es recuperar la esperanza, la utopía, la memoria, la confianza, el valor y la vergüenza ciudadana para cambiar nuestro Estado por otro donde podamos vivir en armonía, con seguridad, justicia, equidad y dignidad.
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