La Calle
Luis González de Alba
Todos sabemos que hay preguntas que ofenden: no se le puede preguntar a Carmen Aristegui si es verdad que ella… (diga aquí lo que considere ofensivo), y cuando enrojezca de cólera poner luego cara de inocente: “Pero no te enojes, ¿no te puedo ni preguntar?”. Entre gitanos no se leen la mano. Y menos cuando, además, es la que lanza la piedra. Y no, no “todos-somos-Carmen-Aristegui”. Para empezar, no estoy ni remotamente cercano a sus honorarios que, sin duda, desquita con trabajo e inteligencia. No gano lo mismo porque soy a) flojo, b) de imprudencia legendaria, c) ignorante del who’s who (llamo con el nombre de la esposa divorciada a la nueva), d) no sé buscar ingresos diversificados.
Una vez tuve un programa de radio, era semanal, a medianoche, mal pagado y trataba de… ópera. Llevaba mis propios discos, tenía teléfonos abiertos y respondía al aire. También traducía: al poner Salomé, de Strauss, fui pergeñando en español lo que la joven canta a la cabeza cortada del Bautista, lo cual siempre me pone la carne de gallina. Cuando besa los labios muertos que le negó vivo y Herodes horrorizado grita tres palabras en alemán, traduje libremente: ¡Maten a esta pinche vieja!, y con los ruidos de escudos que la aplastan, maravillosamente imitados por la orquesta, termina.
Pero el entusiasmo, como los grandes amores, no puede durar mucho. Al año o poco menos, dejé la radio porque me quitaba mis noches de viernes. O sea, también soy frívolo. Me invitaron a colaborar en Contenido, donde, me aclaró el entonces director, “No hay columnas de opinión, excepto la de Gabriel Zaid y la de usted si acepta”. Acepté porque me encantó estar en compañía de Zaid. No aguanté el ritmo de entregar mi nota tres meses antes… Renuncié y no solté intriguillas por ahí en el sentido de que me hubieran echado. Cuando sí me echaron, de La Jornada, no todos fueron yo.
Luego volví a estar en compañía de Zaid cuando, con unas semanas de diferencia, nos puso de coscorrones Fernando Escalante en La Razón. Primero a mí y, la verdad, me sentí mal y hasta con ánimo de corregirme, porque comparto sus opiniones y las expone con muchos datos. Su libro La mirada de Dios es formidable, pero no me aguanté tampoco las ganas de opinar que había faltado un trabajo de edición que evitara citas en todas las páginas y se pudiera leer de corrido. Estaba en esos Ejercicios Espirituales con animo de enmienda cuando, surprise!, leo que Fernando le pone de coscorrones a Zaid. Me arrepentí de mi arrepentimiento.
“La Banda de los Quince” es la última creación de Fernando Escalante: la formamos quienes nos amparamos contra la ley electoral que nos prohíbe radio y TV para decir quién es Mario Marín si se lanzara por la Presidencia, o Ulises Ruiz (¿se acuerdan?: Ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó)… O contratar un anuncio en Radio Tonalá para recordar al electorado que el pre-pre-candidato panista a la Presidencia, Emilio González, llegó entequilado a una cita con su Ilustrísima el cardenal y nos mentó la madre a todos… previa solicitud de perdón a don Juan, que así se llama el purpurado, y tambaleo cogido del micrófono para sostenerse. La verdad, es la única vez en que me ha resultado simpático.
Pero volviendo al tema de por qué no todos somos Carmen Aristegui: No fui capaz de armar un equipo para ofrecer un programa diario en la radio donde tenía ya uno semanal, y más bien he sido siempre de los invitados que, por supuesto, no cobran. Por ejemplo, podría ofrecer una conversación con Román Revueltas en donde ambos digamos nuestras majaderías y podamos ir del Quinteto La Trucha a la exposición de Orozco o al artículo donde Fernando Escalante dice que de forma vergonzante defendemos “los intereses de las televisoras”. Y volver luego a los conciertos para viola d’amore. Cuando nos corrieran, nadie saldría con pancartas “Todos somos…”
Cuando volví a Guadalajara, porque siempre que oía la canción “Adiós mi Guadalajara, ya no te volveré a ver…” lloraba, no supe ponerme en oferta con toda el aura capitalina que traía. Soy un desastre, ¿cómo puedo ser Carmen Aristegui?
Lectores inteligentes
Me uno al entusiasmo de Ricardo Alemán por un lector suyo de enorme capacidad de síntesis. Se pregunta el lector: ¿Por qué no se aliaron en 1988 Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier para, juntos, derrotar a Salinas? Lo habrían logrado. Respuesta: Porque ambos tenían principios.
Me uno al entusiasmo de Ricardo Alemán por un lector suyo de enorme capacidad de síntesis. Se pregunta el lector: ¿Por qué no se aliaron en 1988 Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier para, juntos, derrotar a Salinas? Lo habrían logrado. Respuesta: Porque ambos tenían principios.
¡Bravo! Al parecer eso ya pasó de moda.
Ideología mata amor: El sol de la tarde (Quimera).
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