jueves, 10 de febrero de 2011

El miércoles negro de Ciro Gómez Leyva


Son contadas las ocasiones en que veo televisión. No obstante, anoche no quise perdermeTercer Grado, el programa de “debate” de Televisa que reúne a la crema y nata de sus conductores de noticieros, más uno que otro colado como Carlos Marín, porque habían anunciado que tocarían el tema del momento: el despido de Carmen Aristegui de MVS.

Tercer Grado es un programa que parece inspirado en la televisión soviética, o en la Mesa Redonda Informativa de la televisión cubana. Los panelistas muestran una uniformidad de criterio vergonzosa, sólo alterada por ver quién le tira más flores al régimen (del cual, por supuesto, Televisa forma parte), o más mierda a los opositores al mismo, señaladamente Andrés Manuel López Obrador, a quien invariablemente mencionan en cada emisión del programa.

Anoche todos los panelistas criticaron en mayor o menor medida a la propia Carmen Aristegui, pero hubo uno de ellos, desbordado, fuera de sí, que arremetió contra la periodista en una embestida patética por inútil, y que terminó siendo una pataleta infantil a nivel nacional. 

Ciro Gómez Leyva, en 15 minutos, despotricó contra “Carmen y su séquito”, puso en duda la calidad del periodismo que realiza, reclamó su falta de solidaridad con el asunto del Canal 40, la acusó de creerse “la única periodista perseguida en este país”, y la tildó de “periodista de octava”. Nada más le faltó escupir su foto. El Ciro que vimos anoche era un hombre desencajado, la mirada turbia, el rostro congestionado. Era evidente que una vena le saltaba en la sien, sus fosas nasales dilatadas daban cuenta de su respiración agitada y parecía que en cualquier momento se echaría a llorar.

Ver a Ciro Gómez Leyva perder la compostura, desfondarse a nivel nacional injuriando a una colega y mostrándonos lo peor de sí mismo, me recordó aquella tarde del año 2000, cuando los 3 candidatos punteros a la presidencia de la república se reunieron en casa de Cuauhtémoc Cárdenas, abanderado del PRD, para afinar los detalles del segundo debate televisado de la campaña.
 Esa tarde vimos a un Vicente Fox autoritario, inflexible, empecinado en el hoy, hoy, hoy, con la mirada extraviada y un rictus de impotencia que lo desnudaron como una persona con serios problemas de carácter. Sólo los buenos publicistas y asesores de la campaña foxista lograron darle la vuelta al Waterloo del candidato para convertirlo en un lema popular que “prendió” entre los votantes hasta llevarlo a la victoria. 

Con todo y su tarde negra, Vicente Fox llegó a la presidencia de la república. Ciro Gómez Leyva, en cambio, ya no puede ir a ningún lado. Su sueño de convertirse en un periodista respetado, admirado por propios y extraños, se esfumó cuando el Canal 40 se fue a la mierda. El proyecto profesional de su vida naufragó y con él se hundieron los sueños de posteridad de Ciro; terminó prostituyéndose con Televisa y Milenio, que a cambio de sus convicciones le dieron seguridad económica y popularidad, en un cambalache vergonzoso.
 Lo que vimos ayer es el conflicto interno de Ciro expuesto a la luz, sus demonios personales que lo atormentan, lo persiguen, no lo dejan tranquilo. Gómez Leyva contra la caricatura de sí mismo, en que se convirtió cuando se vendió al poder. 

Miércoles negro de Ciro Gómez Leyva, noche de pesadilla para el otrora respetado periodista. Y divertida comedia, película palomera, para quienes fuimos testigos de su derrumbe profesional y emocional en la pantalla chica. Y no me vengan con el cuento de la solidaridad (ja!)



  • Rubén Valdés

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