Editorial de “The New York Times
05/09/2010
Poco se soluciona con más vigilancia
Un estudio apartidista sobre la imigración ilegal en Estados Unidos fue dado a conocer el miércoles pasado y en esencia dice: La inmigración no autorizada alcanzó su punto más alto hace tres años, y está en agudo retroceso. La tendencia se ve en todas partes, en particular en los estados más golpeados por la enajenación de viviendas a causa de la crisis como Florida, Nevada y Virginia.
Probablemente tenga que ver con eso una aplicación más dura de las leyes, lo mismo que la Gran Recesión. Empero, aunque la población total de inmigrantes ilegales ha caído a más o menos 11 millones, no hay un éxodo. Ya no hay un flujo tan grande de llegadas, pero tampoco de salidas.
Este importante hallazgo, del Pew Hispanic Center, sugiere que probablemente sea el momento de concentrarse en asimilar a las personas que están aquí y no muestran intenciones de irse. También convoca a arreglar la inmigración, de modo que cuando la economía recupere su fortaleza ya estemos listos para manejar una nueva corriente migratoria en forma legal, ordenada y a cielo abierto.
Pero primero debemos superar nuestra fijación con la frontera sureña, algo difícil de esperar en momentos en que ahí las angustias se han convertido en furioso pánico que alegra los corazones de los políticos de derecha.
En este año el Congreso aprobó en un santiamén una propuesta de 600 millones de dólares en seguridad fronteriza, que de inmediato firmó el presidente Barack Obama. La secretaria de Seguridad Nacional acaba de anunciar que los aviones sin piloto Predator —nuestros ojos en el cielo sobre Afganistán— ya también vigilan la línea de San Diego, California, a Brownsville, Texas.
Y no sólo es el gobierno federal. La gobernadora de Arizona, Jan Brewer, autorizó la iniciativa de ley más dura del país contra la inmigración y acudió a la Casa Blanca a sermonear al presidente sobre control fronterizo. Ella atizó el fuego con escabrosos relatos de decapitaciones en el desierto. Sus colegas políticos de Arizona dijeron que el siguiente paso sería reformar las leyes estatales y la Constitución para evitar que extranjeras embarazadas llegaran a dar a luz a "bebés terroristas" en nuestro suelo. El senador Jo hn McCain ganó una cerrada contienda al crear, nuevamente otra versión de sí mismo, aún más dura, que prometió completar “el condenado muro” fronterizo con México.
Estos nativos de Arizona intentan vender una visión de caos y violencia fronterizos desconectada de la realidad. Si se trata sobre las guerras de narcotraficantes, que alguien le diga a los alcaldes y comisarios de las ciudades fronterizas dónde están a la baja los delitos con violencia. Algunas de las ciudades más seguras de Estados Unidos están en estados fronterizos. Las decapitaciones en el desierto son un mito, a menos que la gobernadora Brewer, quien esquivó las preguntas sobre el tema la semana pasada, tenga alguna evidencia que no está compartiendo.
Las medidas enérgicas en la frontera han sido terapéuticas para una nación atemorizada. Pero para nada resuelven el problema de la migración. Los "bebés terroristas" son una ficción, pero no lo son millones de trabajadores no autorizados. En algún momento la economía se recuperará, crecerá la demanda de mano de obra inmigrante y aumentarán los cruces ilegales. Las compañías irán a suplicar por trabajadores legales. Los aviones espía, las botas y los muros harán desistir a muchos nuevos inmigrantes, pero no a todos. Todavía estarán viviendo y trabajando fuera de la ley once millones de personas. Y la nación sabrá que gastó miles de millones de dólares en la frontera para resolver un problema que un sello fronterizo no soluciona.
Probablemente tenga que ver con eso una aplicación más dura de las leyes, lo mismo que la Gran Recesión. Empero, aunque la población total de inmigrantes ilegales ha caído a más o menos 11 millones, no hay un éxodo. Ya no hay un flujo tan grande de llegadas, pero tampoco de salidas.
Este importante hallazgo, del Pew Hispanic Center, sugiere que probablemente sea el momento de concentrarse en asimilar a las personas que están aquí y no muestran intenciones de irse. También convoca a arreglar la inmigración, de modo que cuando la economía recupere su fortaleza ya estemos listos para manejar una nueva corriente migratoria en forma legal, ordenada y a cielo abierto.
Pero primero debemos superar nuestra fijación con la frontera sureña, algo difícil de esperar en momentos en que ahí las angustias se han convertido en furioso pánico que alegra los corazones de los políticos de derecha.
En este año el Congreso aprobó en un santiamén una propuesta de 600 millones de dólares en seguridad fronteriza, que de inmediato firmó el presidente Barack Obama. La secretaria de Seguridad Nacional acaba de anunciar que los aviones sin piloto Predator —nuestros ojos en el cielo sobre Afganistán— ya también vigilan la línea de San Diego, California, a Brownsville, Texas.
Y no sólo es el gobierno federal. La gobernadora de Arizona, Jan Brewer, autorizó la iniciativa de ley más dura del país contra la inmigración y acudió a la Casa Blanca a sermonear al presidente sobre control fronterizo. Ella atizó el fuego con escabrosos relatos de decapitaciones en el desierto. Sus colegas políticos de Arizona dijeron que el siguiente paso sería reformar las leyes estatales y la Constitución para evitar que extranjeras embarazadas llegaran a dar a luz a "bebés terroristas" en nuestro suelo. El senador Jo hn McCain ganó una cerrada contienda al crear, nuevamente otra versión de sí mismo, aún más dura, que prometió completar “el condenado muro” fronterizo con México.
Estos nativos de Arizona intentan vender una visión de caos y violencia fronterizos desconectada de la realidad. Si se trata sobre las guerras de narcotraficantes, que alguien le diga a los alcaldes y comisarios de las ciudades fronterizas dónde están a la baja los delitos con violencia. Algunas de las ciudades más seguras de Estados Unidos están en estados fronterizos. Las decapitaciones en el desierto son un mito, a menos que la gobernadora Brewer, quien esquivó las preguntas sobre el tema la semana pasada, tenga alguna evidencia que no está compartiendo.
Las medidas enérgicas en la frontera han sido terapéuticas para una nación atemorizada. Pero para nada resuelven el problema de la migración. Los "bebés terroristas" son una ficción, pero no lo son millones de trabajadores no autorizados. En algún momento la economía se recuperará, crecerá la demanda de mano de obra inmigrante y aumentarán los cruces ilegales. Las compañías irán a suplicar por trabajadores legales. Los aviones espía, las botas y los muros harán desistir a muchos nuevos inmigrantes, pero no a todos. Todavía estarán viviendo y trabajando fuera de la ley once millones de personas. Y la nación sabrá que gastó miles de millones de dólares en la frontera para resolver un problema que un sello fronterizo no soluciona.
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