Estampida de potros la noche de febrero, un golpe de tambor la espera de la sangre, un compás de palmeras y un litoral ausente, incienso de oraciones alrededor del lecho, lámparas derramadas en
En el cuarto de al lado el traje ya está listo. Es azul claro, liso, y la corbata roja. La eterna novia plancha la camisa, zurce un poco las mangas, besa el cuello, se evade en el perfume medio siglo
Sonriente como un dios, su hombre espera: mirada vardiazul, salobre, entre muros floridos; manos de marinero, líneas largas, sinuosas, llenas de azares, suertes que el tiempo ha redimido.
La novia se desnuda, lanza al aire los velos, el insomne se acerca ebrio de noche. Ha vuelto de las playas donde una vez lloró el paso de los barcos, el adiós de los hijos, las cubiertas anónimas y el escarchado sueño de la arena.
Donde guitarra y caracol fundieron sus memorias en la flor del verano, y el vino alumbró un
El insomne se acerca, ha vuelto del oleaje, remolino de los primeros fuegos y antiguas pasiones, a
La eterna novia cuenta los botones. Todos en su lugar. Los pliegues firmes. Toma el reloj, exacto,
“Ya es hora, ya es hora, ya viene la carroza…”
En el cuarto de al lado el traje ya está listo. La desnudez del muerto naufragará en su azul, como un
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