Ojo por ojo
Álvaro Cueva
Igual, no hay un solo mexicano con dos dedos de frente que esté de acuerdo con que esta historia termine así, sin castigo para nadie, impune. Es ridículo, un insulto, una burla.
¿Cómo pudo haber sido un accidente eso que el mismo Bazbaz calificó de homicidio? ¿Cómo no va a haber castigo en un caso donde el cadáver apareció y desapareció? ¡Pues a qué estamos jugando!
Por lo mismo, Twitter, Facebook y hasta algunos medios tradicionales como la radio no paran de atacar al procurador del Estado de México. Todos quieren su cabeza.
No puede ser que esta historia que tuvo a toda la nación parada de pestañas durante meses, que provocó el linchamiento de hombres y mujeres, y que despertó la imaginación de millones de personas, haya terminado peor que una telenovela de la tarde.
Los datos no coinciden, las explicaciones no convencen, las imágenes no funcionan.
Esto es, a todas luces, un carpetazo para proteger la carrera política de Enrique Peña Nieto, la figura más presidenciable del Partido Revolucionario Institucional rumbo a las elecciones de 2012.
La bronca es que el protegido salió perjudicado.
¿Votaría usted por una persona que no le hizo justicia ni a la muerte de una niña discapacitada? ¿Pondría usted en Los Pinos a un político que tiene como brazo derecho a un hombre como Alberto Bazbaz?
¿Ésa es la justicia que usted quiere para México? ¿Así quiere usted que terminen historias como la del combate al narcotráfico? ¿Eso es lo que nos espera? ¿Ése es nuestro futuro?
Peña Nieto tiene que salir a dar la cara, hablar y ejecutar si quiere seguir vigente.
Paulette no es el caso de un narcotraficante, de un político o de un empresario, es una historia de injusticia, maternidad y sangre capaz de conmover a hombres y mujeres, a ricos y a pobres.
Es la nota del año y si el gobernador del Estado de México no la atiende personalmente, se podría convertir en su tumba política porque, en contraste con otros casos similares, aquí nadie ha parado de hablar de él, del novio de La Gaviota.
Mire, ya no estamos en 1964, donde si una autoridad lo ordenaba, se dejaba de hablar de un tema, y el ejemplo máximo es el del caso Diego Fernández de Cevallos.
La gente habla y opina de lo que quiere hablar y opinar, y miles de personas no están satisfechas con esta resolución. ¿Nadie las va a escuchar? ¿Nadie las va a atender?
Los nuevos estilos de vida, los nuevos medios y las redes sociales requieren de nuevas estrategias de comunicación. Si Enrique Peña Nieto deja que esto se pierda en la inmensidad de la nada, él también se perderá.
Paulette Gebara Farah, lo que pasó en el Bar Bar, los niños de la Guardería ABC, los muchachos de la fiesta en Ciudad Juárez, los chavos de la camioneta de Durango, los niños de Tamaulipas...
Hay demasiadas historias de impunidad flotando en el aire. Enrique Peña Nieto tiene ante él la oportunidad histórica de romper con esta tendencia, de hacer justicia, de escuchar y de satisfacer. ¿La va a dejar pasar?
Pues entonces, de aquí a 2012, lo van a hacer pedazos porque al escándalo de las palabras de Bazbaz se le suma otro no menos peor: el nuevo control de los medios tradicionales.
En la última semana, entre lo de Diego Fernández de Cevallos, lo de Celia Lora y lo de Paulette, en muchas partes se ha comenzado a sentir “supervisión”, algo que no se sentía desde hace años.
Hay canales que decidieron dejar de hablar de El Jefe Diego. Otros, donde se omiten datos del caso de Celia Lora. Y otros más, los que casualmente le sacaron lo que pudieron a la historia de Paulette, donde haga de cuenta que nunca pasó nada. Paulette ya casi ni existe.
Y yo no creo que sea casualidad que, en cuestión de días, en un lado se le dé carpetazo a lo de Paulette y, en el otro, se ponga de moda el silencio.
Aquí va a explotar algo porque haga de cuenta que usted y yo avanzamos en libertad con las corrientes del siglo XXI mientras que nuestras instituciones y nuestros medios tradicionales retroceden más de 40 años.
Va a llegar un momento en que nos separaremos definitivamente. ¿Qué va a pasar entonces? ¿Quién le va a hacer caso a quién?
¡Atrévase a opinar!
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