Día con día
Héctor Aguilar Camín
El abusivo título de esta columna, que atenta contra todas las normas del género de poner cabezas, pues no es breve, no es ingeniosa, no deja nada a la imaginación ni invita a leer lo que está abajo, ya que dice todo lo que el autor quiere decir, se me ha impuesto por esas mismas razones, porque dice con absoluta falta de sorpresa la rutinaria falta de sorpresas con que procede la generación del No, ahora con un periodo legislativo cuya improductividad casi permitiría iniciar, de parte de los votantes, un juicio laboral por incumplimiento de contrato.
Hemos elegido a los legisladores para que legislen y es lo que menos han hecho en este periodo de sesiones. No que no hayan trabajado ni que no hayan tenido iniciativas. En realidad han presentado cientos de iniciativas: 741, según las cuentas de María Amparo Casar (Reforma, 4/5/10), de las que 97 por ciento se han quedado en la congeladora. De las casi 50 propuestas de reforma política, sigue Casar, ninguna prosperó. Ninguna tampoco de las fundamentales para cambiar el rumbo, la eficiencia o la competitividad del país: ni energética ni fiscal ni de telecomunicaciones ni laboral ni educativa.
El Senado aprobó una de derechos humanos y una de seguridad nacional que los diputados no aprobaron. Los diputados aprobaron una de competencia económica que el Senado no tramitó. En suma, los 628 legisladores aprobaron cinco leyes en estos meses de deliberaciones, de las que Casar destaca dos: la de protección de datos personales y la de acciones colectivas.
Lo demás fueron pretextos, discursos, elecciones y la desarmante falta de sorpresas de la generación del No, esta vez en su vertiente legislativa.
La generación del No es una confiable maquina de congelar, posponer, negociar infinitamente, hacer tiempo y hacerle perder el tiempo al país.
Según los cálculos de Leo Zuckermann, a la luz de los argumentos públicos esgrimidos esta temporada, podemos esperar prácticamente nada en materia de cambios legislativos trascendentales en lo que falta del sexenio.
Este periodo legislativo fue congelado porque había elecciones. El de septiembre estará dominado, como cada año, por el reparto del presupuesto. El que sigue, en los primeros meses de 2011, se verá obstruido también nada menos que por las elecciones en el Estado de México, que define el futuro presidencial del gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto. El periodo legislativo de fines de 2011 se dedicará, nuevamente, a los repartos del dinero público. En enero de 2012 estaremos ya en plena campaña de sucesión presidencial: se habrá acabado la opción de legislar hasta los inicios del nuevo gobierno.
Yo creo que la historia es menos rutinaria que eso, pero la maquinita mexicana de no hacer cambios parece por momentos más potente que el mismísimo flujo de la historia.
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