Acentos
Jesús Gómez Fregoso
En mayo de 1910, Panchito Madero estaba en plena campaña electoral; pero su contrincante el señor General Don Porfirio Díaz no se dignaba hacer lo mismo. De hecho, desde que México se hizo independiente, nadie había realizado campaña electoral para la presidencia: aunque su Alteza Serenísima Don Antonio López de Santa Anna fue presidente once veces, nunca hizo campaña. El benemérito Don Benito, que desde que subió a la silla presidencial solamente la dejó al morir, tampoco sufrió las incomodidades de una campaña electoral. El señor general Porfirio Díaz, que se reeligió siete veces, tampoco anduvo en campaña proselitista. El primero que lo hizo fue Panchito Madero, y deberían pasar 25 años para que otro candidato a la presidencia hiciera lo mismo: Lázaro Cárdenas fue el primero que anduvo de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, solicitando el voto de la gente.
El 21 de mayo de 1910, Panchito Madero estaba más activo que nunca en su búsqueda del voto popular. Días antes, el día 17 el periódico El Imparcial, que era totalmente parcial al señor presidente, en su editorial calificó a Madero como: “El infeliz Madero a quien nadie hace volver al chiquero en que se asfixia y en que ya lo tienen acosado la polilla y los ratones cuando va de ciudad en ciudad proclamando que los futuros mandatarios del pueblo deben salir de las caballerizas”. Madero andaba de gira por los rumbos de Puebla y Veracruz, y el domingo 22 de mayo, desde los balcones del Hotel de France, en Orizaba, pronunció uno de sus discursos más vehementes de toda su campaña. Aprovechó muy bien el recuerdo de la matanza de los obreros en Río Blanco años antes, y comenzó diciendo que le causaba “verdadera emoción verse en medio de un pueblo tan calumniado por sus opresores, tan noble y que ha escrito en nuestra historia páginas tan gloriosas…Muy cerca de está ciudad se ha desarrollado uno de los dramas más sangrientos de la Dictadura, y es preciso con una demostración democrática lavar esa mancha roja que perdurará para siempre en nuestra historia…La situación en que se encontraba en aquellos momentos nuestra Patria (1906) nos impidió hacer todo esfuerzo para ayudaros. En un país constitucional, ese acto sólo hubiese bastado para que el gobierno hubiese rodado; pero aquí no había libertad, no podíamos volar en vuestra defensa, no podíamos hacerlo ni siquiera por la prensa, ni podíamos manifestar nuestra indignación, porque en un país oprimido, es un crimen amar a los conciudadanos, es un crimen indignarse por los atropellos que se cometen contra ellos, es un crimen abrigar sentimientos de fraternidad, a pesar de ser éste el sentimiento que más enaltece al hombre…Y nosotros, señores, nos vimos en el duro trance de ocultar nuestra indignación. Pero no por eso hemos olvidado esa ofensa que se os infirió. Desde entonces, señores, ha principiado a sentirse más ardiente el deseo de un cambio…necesitamos remediar vuestra situación, y para ello necesitamos conocer al enemigo, para estar alerta, y ese enemigo, señores, es la Dictadura; por ese motivo debemos asegurar nuestro triunfo sobre ella. Para mejor apreciar su proceder, debemos analizar cuál debía haber sido la conducta del gobierno en los últimos acontecimientos de Río Blanco, si ese gobierno hubiera sido democrático… Los que piden pan, señores, son los hombres que no saben luchar por la vida, que no tienen energías suficientes para ganarlo, que están atenidos a un mendrugo que les dé el gobierno….Ha llegado el momento de hablar claro y yo digo altamente que el principal responsable de todo lo que pasa en la República es el señor General Porfirio Díaz”. (Alfonso Taracena, La verdadera Revolución Mexicana, 1901-1911, pp.240-242)
Si hemos seguido la actuación de Madero en los últimos años, 1908-1910, hemos visto que a partir de marzo de 1910, cuando la Convención Antirreeleccionista lo postula para la Presidencia, el chaparrito coahuilense ya no es Panchito sino el señor candidato Don Francisco Ignacio Madero, que se atreve a desafiar al mejor general de la República contra el Imperio y que, igual que Don Benito, no se quiere bajar de la silla, sin olvidar que, cuando el mismo Díaz se levantó en armas contra “el benemérito”, expresó: “Que ningún ciudadano se perpetué en el ejercicio del poder, y ésta será la última revolución”.
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